La inspiración
es un colibrí
que bate sus alas
sesenta veces por segundo,
que late con brío
más de mil veces por minuto.
Criatura a un tiempo
tan bella y frágil,
diminuta e inmensa,
puro cerebro
y tanto corazón.
Si tienes la suerte
de que venga a visitarte
trátala siempre bien,
nunca la enjaules.
Ábrele la ventana,
acógela con cariño
y luego déjala ir.
Recuerda
que quien bien te quiere
te hará volar.
Por eso,
amigo escritor,
amiga poeta,
ocúpate de cuidar
su vuelo,
su canto,
las flores que la nutren,
la sombra que la cobija.
Échala de menos,
pero no la des por hecho.
Y así quizá
el día menos pensado
la escucharás de repente
intrépida y dichosa
de vuelta a tus jardines.